9.03.2009

La culpa de todo

Entonces, ella lo besaba y la rana verde gelatinosa con olor a pata se transformaba en un morochazo alto con una sonrisa blanca y una capa que flameaba a sus espaldas. O peor, tocaban la puerta y ella se levantaba de fregar el piso y allí estaba el lomazo del príncipe, que le sacaba una chancleta con la delicadeza de un cirujano y le cambiaba la vida al probarle una zapatilla de cristal. Y de ahí en mas, nunca mas fregar ni cocinar... no, ahora era una princesa. O basta de lavar los calzones sucios de una banda de enanos malolientes. Ahora Blancanieves viviría en el castillo y tendría a su disposición una horda de sirvientas y un autentico príncipe que se adelantarían a cada uno de sus deseos.


En el castillo, Marido, en calzones, que se corta las uñas de los pies sobre el sillón blanco del living mientras mira la repetición de Boca-River del 91 por la Libertadores. Mientras tanto, yo lavo los platos a la par que saco la ropa del lavarropas, levanto juguetes desparramados, preparo almuerzos para el día siguiente y atiendo el teléfono.

Que sádico resultó, Mr. Disney.

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1.09.2009

Y al tercer día…

Creo recordar que hace tiempo, cuando era joven, tenia un blog.

Recibo, intermitentes, imágenes de historias y anécdotas que se actualizaban todas las semanas.

Las puntas de mis dedos reviven cada jueves la vieja adrenalina y excitación. Sienten esa urgencia por acomodar palabras y descubrir imágenes.
Primero fui yo, que presentí la necrosis temprana de mi frágil animo literario. Pero me preocupé cuando hordas de fans me dieron por muerta.

Me puse una mano en el pecho y, al sentir el pulso firme y persistente, se despertó en las yemas de mis dedos ese deseo aplacado a fuerza de fines de año y navidades.

Pero a pesar de esa resurgencia, de esa memoria, de ese deseo, no puedo encontrar mi cuaderno de ideas.



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